La pérdida es una de las experiencias humanas más difíciles de vivir, y afrontarla se ha vuelto más difícil en la era digital: fragmentos de conversaciones archivados para siempre en chats de Whatsapp, imágenes de Instagram, últimos tuits y la función de recuerdos de Facebook. Para algunos, poder volver a visitar los archivos online de quienes han perdido es reconfortante. ¿Es posible resucitar a través de la inteligencia artificial?
El futuro de la “tecnología del duelo”
Conservar los recuerdos y transmitir las reliquias es un deseo innato del ser humano que se manifiesta en todo, desde los artefactos antiguos hasta la arquitectura, por lo que no es de extrañar que las empresas tecnológicas busquen nuevas formas de avanzar y elevar este proceso.
Una mujer de 87 años asistió a su propio funeral en el Reino Unido gracias a una startup llamada StoryFile, que -de forma similar a HereAfter AI- graba imágenes y audio antes de la muerte de una persona y luego las hace interactivas mediante el poder de la IA conversacional y un avatar holográfico.

La vida después de la muerte en el cine
La película El Congreso (2013) del israelí Ari Folman, ya hablaba de la digitalización de los actores y el uso de su imagen en el futuro, donde el artista podría ser joven eternamente, tan eternamente que podrá actuar aún después de muerto. El guion se basa íntegramente en el libro de 1971, de Stanislaw Lem, Congreso de futurología.
Las dos horas de “The Congress” arrancan con la extraordinaria Robin Wright (haciendo de sí misma) llorando mientras es maltratada verbalmente por su agente Al (Harvey Keitel). En los minutos siguientes descubriremos que tiene una hija adolescente y un varón que va perdiendo de forma progresiva la vista y la audición a causa de un extraño síndrome (un médico que interpreta Paul Giamatti habla también de una particular capacidad que lo convierte en algo así como un pionero, un anticipado a su tiempo).
Robin Wright es una ex estrella en caída libre, que ha llegado a los 44 años de fracaso en fracaso comercial. Alguna vez la figura indiscutida de su estudio, ahora ya nadie quiere contratarla. El mandamás de la compañía (un Danny Huston en plan Harvey Weinsten) le ofrece “el último contrato de tu vida”, que consiste en “escanearla” para convertirla en “una actriz digital” y cumplir con la idea del “forever young”. En caso de no aceptar (y ella no está muy convencida de firmar), será “borrada para siempre”.
A los 45 minutos, Robin Wright (y el film todo) muta hacia lo que allí mismo se denomina “la zona de animación” con una propuesta lisérgica, alucinatoria, un viaje en ácido que lo vincula con cierta estética a-lo-Hayao Miyazaki, el universo de The Wall y con Una mirada a la oscuridad (A Scanner Darkly), de Richard Linklater sobre novela de Philip K. Dick. Lo que sigue es un largo, caótico, pero siempre interesante pendular entre imágenes animadas y “normales”, con congresos futuristas, revoluciones, conflictos armados, experiencias químicas y viajes espirituales con algo de new-age.
Recrearse a sí mismo a cualquier edad

El actor Tom Hanks cree que protagonizará nuevos papeles cinematográficos mucho después de su muerte, ya que especuló sobre la posibilidad de que su imagen pueda ser capturada por la IA.
Al aparecer en el episodio del sábado de The Adam Buxton Podcast , Hanks dijo: “¿Qué es una posibilidad de buena fe en este momento? Si quisiera, podría reunirme y lanzar una serie de siete películas que me protagonizarían, en las que tendría 32 años desde ahora hasta que llegue el reino”.
Hanks continuó especulando que un doppelgänger de IA sería, algún día, casi indistinguible de su yo real. “Cualquiera ahora puede recrearse a sí mismo a cualquier edad que tenga, mediante inteligencia artificial o tecnología de falsificación profunda”. dijo Hank. “Podría ser atropellado por un autobús mañana y eso es todo, pero mis actuaciones pueden seguir y seguir y seguir… Fuera del entendimiento de que ha sido hecho por IA o deep fake, no habrá nada que diga que no soy yo”. (Forbes)
Black Mirror y la vida después de la muerte
“Ahora mismo vuelvo”—“Be Right Back” en su versión original— es el primer episodio de la segunda temporada de la aclamada Black Mirror, serie que pone el foco de atención sobre los potenciales peligros de las tecnologías del futuro. En este capítulo dirigido por Owen Harris, Charlie Brooker nos cuenta la historia de una pareja que se muda a una casa de campo. Todo parece desarrollarse de forma idílica, pero las expectativas de Martha (Hayley Atwell) se ven truncadas cuando Ash (Domhnall Gleeson) muere de forma inesperada y traumática en un accidente de tráfnsito poco después de haberse mudado a su nueva residencia. A partir de aquí la trama echa a rodar en base a dos ejes centrales: las redes sociales y la robótica.
Tras la muerte de Ash, Martha recibe información a través de una amiga acerca de un nuevo servicio que permite contactar con los difuntos. Todo lo que se requiere es que la persona en cuestión hubiese mantenido altos niveles de actividad en las redes sociales antes de su defunción. Y este es el caso de Ash, que al parecer era un auténtico adicto. Inicialmente Martha rechaza esta posibilidad por considerarla antinatural, pero su amiga la inscribe en el servicio de todos modos, y ella empieza a recibir mensajes del “nuevo Ash” a través del móvil. Una vez descubre que está embarazada, Martha sucumbe a la tentación que todo esto supone, en un intento de negociar la pérdida, o más bien de eludirla. Más tarde pasara a la segunda fase del servicio; después de cargar videos y fotografías de Ash, el sistema es capaz de ofrecerle conversaciones de voz. Esto, lógicamente, le resultará todavía más abrumador a la protagonista.

¿De carne y hueso?
La App le ofrece una tercera opción a través de un proyecto todavía en fase experimental; la creación de un clon robótico casi idéntico a su pareja. Tras dudarlo por un breve tiempo decide aceptar esta propuesta, y poco después recibe las piezas y la maquinaria que harán posible la confección del robot en cuestión. Una vez montado, resulta sorprendente la similitud entre el verdadero Ash y el Ash robot, a pesar de ciertas características que son omitidas, como algún que otro lunar o el vello facial. Las reacciones iniciales de Martha son de incredulidad y de incomodidad; al fin y al cabo tiene delante a un robot físicamente idéntico a su difunta pareja, y que parece expresarse tal y como él lo hacía.
